En términos estelares, quien pesa 90 soles debería lograr un poco de respeto. Pero la estrella de 30 Doradus 016 nació en un barrio particularmente difícil
Una nueva investigación presentada el 3 de mayo y un artículo a publicarse pronto, sugieren que fue expulsada sin miramientos de su tierra natal por dos matonas aún mayores. Y un estudio no publicado del núcleo de la misma región de formación estelar, que se encuentra en una galaxia satélite de la Vía Láctea llamada la Gran Nube de Magallanes, llega a la conclusión de que pueden haber estrellas muy grandes —algunas hundiendo la balanza con e doble de la masa que, según se pensaba, es posible en el universo actual— al acecho en las inmediaciones cósmicas.
El astrónomo Nolan Walborn, del Space Telescope Science Institute en Baltimore, notó primero algo extraño en la estrella, una refugiada de la región 30 Doradus de formación estelar, cuando un nuevo instrumento instalado en el Telescopio Espacial Hubble midió la velocidad a la que la estrella lanzaba gas hacia el espacio. El espectrógrafo de orígenes cósmicos (Cosmic Origins) del Hubble determinó que 30 Doradus 016 estaba lanzando material a la friolera de 3.450 kilómetros por segundo, uno de los vientos estelares más rápidos jamás registrado. Se sabe que las estrellas masivas expulsan vientos rápidos, por lo que se sabía que la estrella tenía que ser grande.
El hallazgo inspiró a Chris Evans, un astrónomo en el Observatorio Real de Edimburgo en Escocia, hacer un tamiz de las observaciones de 30 Doradus 016 tomadas anteriormente con un espectrógrafo del Telescopio Muy Grande en Paranal, Chile. Encontró que esas mediciones descartaban la existencia de una compañera en órbita cerca de 30 Doradus 016, lo que sugiere que todo se podría atribuir a una única estrella simple con un peso equivalente a 90 soles. Observaciones adicionales en el Anglo-Australian Observatory en Epping, Australia, revelaron que la estrella, ahora a unos 400 años luz del núcleo de 30 Doradus, está acelerando fuera de la región de formación estelar a más de 85 kilómetros por segundo.
En teoría, una supernova podría haber lanzado a la estrella de su lugar de nacimiento a una alta velocidad. Pero la región de formación de estrellas 30 Doradus es demasiado joven para que una estrella haya terminado allí su vida en una explosión de supernova, señalan los investigadores. En cambio, la explicación más plausible es que lo que expulsó el masivo cuerpo fue algún tipo de interacción gravitacional con otras dos estrellas en la concurrida región de 30 Doradus.
Así que, aunque 30 Doradus 016 es extraordinariamente pesada, sin embargo, debe haber sido el miembro más liviano de un trío estelar en 30 Doradus. Las dos estrellas más pesadas del trío atacaron como una patota gravitatoria a 30 Doradus 016, “pateándola” lejos, explican Walborn y Evans en la presentación del 3 de mayo en un simposio sobre la formación y evolución estelar en el Space Telescope Science Institute. Su equipo, que también incluye a Paul Crowther, de la Universidad de Sheffield en Inglaterra, detallará su estudio sobre la estrella fugitiva en una próxima edición de Astrophysical Journal Letters.
Las simulaciones numéricas apoyan este tipo de escenario de eyección, señala Crowther, y sugieren “la presencia de estrellas de masa significativamente mayor en el núcleo” de 30 Doradus. Los resultados se enfrentan con los estudios previos, que indican que las estrellas en la región no excedan de 100 masas solares.
Por otra parte, un nuevo trabajo independiente de Crowther, que Walborn mencionó brevemente en la reunión, indica que la región puede contener estrellas tan masivas como 300 soles. A pesar de que se pensaba que estos pesos pesados eran comunes en los inicios del universo, los teóricos habían calculado que las estrellas en el cosmos actual no puede ser superior las 150 masas solares. Crowther se negó a proporcionar detalles de su estudio hasta que sea aceptado por una revista.
Si, de hecho, hay estrellas en el universo actual que pueden contener mucho más masa de lo que se creía, 30 Doradus podría proporcionar a los astrónomos una visión de cerca de los pesos pesados que eran comunes en las primeras galaxias, hace miles de millones de años. Esto también tendría profundas consecuencias en la comprensión del nacimiento y muerte de las estrellas, la formación de galaxias y la frecuencia y tipo de explosiones de supernovas, comentó Selma de Mink de la Universidad de Utrecht en los Países Bajos.
Fuente: Science News.
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